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2006-09-08

Probablemente mi historia no sea tan dura como la de los valientes neoyorquinos que estaban en primer plano. Ni como los familiares que sufrieron las terribles pérdidas. Nunca he estado en Nueva York, aunque creo que algún día iré a visitar esta increíble ciudad. No he perdido a nadie. Tal vez lo único que haya perdido es la fe en la humanidad; o al menos la perdí ese día. El 11 de septiembre del 2001 volvía de la calle, de hacer unas compras, preparativos para un feliz acontecimiento en mi familia; cuando llegué y puse el televisor -cuando allí eran las 08:30 de la mañana aquí era la hora de comer- mi madre y yo no podíamos creer lo que veíamos; en todas las cadenas, todas al mismo tiempo, se veían las mismas imágenes. Mi único nexo de unión con las Torres Gemelas es que una de mis hermanas pudo, años antes, visitar una de las dos y subir hasta arriba, ver lo empequeñecida que quedaba la gran ciudad desde su imponente altura.

Puede que no tenga nada que ver con lo que pasó; sólo sé que años después mi barrio, mi humilde barrio de Madrid sufriría unas consecuencias fatales también por culpa del terrorismo y las ideologías extremistas. Murieron 200 personas. No importa que fueran menos que las 3000 almas del World Trade Center. Pero a todas las echo de menos en el mundo.